Vivir como contemplativos en el mundo es una vocación, que responde al llamamiento universal a la santidad y se desarrolla en virtud del extraordinario potencial de gracia que tiene el bautismo.
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Aunque se suele creer lo contrario, la santidad no es difícil, porque Dios no pretende complicarnos las cosas, sino que intentamos fabricarla por nosotros mismos, lo cual es imposible. Nos puede ayudar mucho descubrir el verdadero -y simple- camino a la santidad.
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La vocación contemplativa secular se proyecta en la vida en una misión. Resulta enormemente revelador y apasionante descubrir que estamos llamados a una especial e importante participación en la obra salvadora de Cristo.
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Moisés nos enseña a atravesar el desierto de la vida confiando en Dios, en vez de rebelarnos ante las dificultades o huir de ellas.
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Contemplamos el camino que va desde la súplica desgarrada del que se siente abandonado hasta la confianza y el gozo propios de la fe.
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El paso de los israelitas por el mar Rojo ilumina nuestra fe para experimentar el poder de Dios en las dificultades y cantar sus maravillas.
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La experiencia del perdón radical de Jesús que tienen las mujeres pecadoras del Evangelio nos anima al agradecimiento y profunda conversión.
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