Seleccionar página

Descargar este documento en formato Pdf

Introducción

Estas letanías son un instrumento para la contemplación y pueden servir tanto en la oración privada como comunitaria. En cualquier caso deben usarse con la metodología de la oración de Jesús, siguiendo una cadencia constante y pausada, acomodada al ritmo del corazón.

Como instrumento de contemplación personal puede repasarse el contenido como pautas para contemplar al Señor, deteniéndose donde se desee y al ritmo que se necesite.

También puede emplearse como oración del corazón, según el texto completo o acomodando las repeticiones convenientemente. Por ejemplo: Te adoro en tu abandono, Jesús (durante la inspiración) – pausa – que fuiste el Hijo de Dios abajado (durante la espiración). En este caso, la «respuesta» se puede cambiar por una más breve o con la que uno se identifique mejor: Te adoro Señor Jesús (durante la inspiración) – pausa – el Hijo de Dios abajado (durante la espiración).

En la oración comunitaria, uno puede enunciar las invocaciones y el resto responder al unísono, empleando cada parte para un momento de la respiración (inspiración-espiración).

Letanía del santo abandono

En el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo. Amén.

Señor Jesús, Verbo eterno de Dios,
por quien fueron creadas todas las cosas
y hacia quien se dirige el universo y la historia.
Tú eres omnipotente, eterno e infinito Dios,
Rey del universo y Señor de todo y de todos.
Por amor a nosotros, pobres pecadores,
te entregaste al designio salvador del Padre,
y renunciaste a tu condición divina
para abrazar nuestra condición humana,
convirtiéndote así en el modelo supremo
de humildad y abandono en las manos de Dios.
Concédeme (nos) contemplar este abandono
como prueba de amor y anticipo de la gloria,
y dame la gracia de vivir, como tú,
la paz y la dulzura del abandono
en todos los acontecimientos de la vida,
especialmente los más dolorosos o difíciles.
Amén.

Te adoro en tu abandono, Jesús:
Tú fuiste el Hijo de Dios abajado.
          (Te adoro en tu abandono, Jesús).
Tú te despojaste de la condición divina.
Tú no tuviste lugar digno para nacer.
Tú fuiste ignorado por el mundo.
Tú fuiste perseguido siendo niño inocente.
Tú consumiste casi toda tu vida en el anonimato.
Tú fuiste tentado cuando eras más débil.
Tú fuiste arrojado fuera de tu pueblo.
Tú fuiste tenido por loco.
Tú no tuviste donde reclinar la cabeza.
Tú fuiste humillado por los prepotentes.
Tú fuiste perseguido por los poderosos.
Tú fuiste criticado por los biempensantes.
Tú fuiste olvidado por tu pueblo.
Tú fuiste incomprendido por todos.
Tú no fuiste correspondido en tu entrega.
Tú fuiste odiado por los que amabas.
Tú fuiste menospreciado por los piadosos.
Tú fuiste desatendido en tus necesidades.
Tú fuiste ignorado por el mundo.
Tú fuiste motivo de burla para los mundanos.
Tú fuiste calumniado y desprestigiado.
Tú fuiste tentado con engaños.
Tú fuiste despreciado y ridiculizado.
Tú fuiste perseguido injustamente.
Tú fuiste vendido por el amigo.
Tú fuiste traicionado y abandonado por los tuyos.
Tú agonizaste de tristeza en el Huerto.
Tú experimentaste la lejanía de Dios.
Tú sufriste la angustia mortal del abandono.
Tú fuiste tratado como malhechor.
Tú te hiciste pecado y pasaste por pecador.
Tú fuiste utilizado como moneda de cambio.
Tú fuiste presionado y manipulado.
Tú fuiste tratado como un pelele.
Tú fuiste juzgado por los injustos.
Tú fuiste acusado de blasfemo.
Tú fuiste condenado por los malvados.
Tú callaste ante la infamia y la condena.
Tú fuiste vejado y ultrajado.
Tú fuiste abofeteado por decir la verdad.
Tú fuiste humillado en público.
Tú viste preferir a un criminal a ti.
Tú fuiste flagelado y escarnecido.
Tú fuiste coronado de espinas.
Tú fuiste cargado con la cruz de otros.
Tú fuiste triturado por nuestros pecados.
Tú fuiste despojado de toda dignidad humana.
Tú viste agonizar a tu madre al pie de la Cruz.
Tú fuiste ejecutado ignominiosamente.
Tú te sentiste abandonado por Dios.
Tú moriste entre burlas e insultos. Amén.

· · ·

Al contemplarte, Jesús,
en tu manso abandono en las manos del Padre,
como cordero inocente llevado al matadero,
te suplico me concedas tu mansedumbre,
de manera que siempre y en todo me abandone
incondicionalmente en las manos del Padre:

Me pondré en tus manos, Padre:
Cuando me insulten y me persigan.
          (Me pondré en tus manos, Padre).
Cuando me humillen y me desprecien.
Cuando no me comprendan.
Cuando se burlen y se rían de mí.
Cuando me calumnien y me critiquen.
Cuando me abandonen o me sienta solo.
Cuando me sienta perdido o desorientado.
Cuando la vida me desconcierte.
Cuando no sienta tu presencia.
Cuando no vea tu providencia.
Cuando me equivoque o fracase.
Cuando haga el ridículo.
Cuando no sepa qué hacer.
Cuando me canse de luchar.
En los momentos de oscuridad.
Cuando tropiece y caiga.
Cuando me vea tentado.
Cuando me traten injustamente.
Cuando no me escuchen.
Cuando me dejen de lado.
Cuando me nieguen el perdón.
Cuando me quieran mal.
Cuando me sienta preterido.
Cuando me abrumen las dificultades.
Cuando me ataque la enfermedad.
Cuando me falten las fuerzas.
Cuando me cueste orar.
Cuando pierda la esperanza.
Cuando se tambalee mi fe.
Cuando me desanime.
Cuando me acusen injustamente.
Cuando me pueda el cansancio de la vida.
Cuando caiga en el pecado.
Cuando me olvide de tu amor.
Cuando me invada la angustia.
Cuando no correspondan a mi amor.
Cuando me acusen sin razón.
Cuando no se preocupen de mí.
Cuando me fallen mis amigos.
Cuando me ignoren los míos.
Cuando alguien me escandalice.
Cuando me cueste seguirte.
Cuando sienta vergüenza frente al mundo.
Cuando no sepa cómo ayudar al prójimo.
Cuando me cueste el testimonio de fe.
Cuando me pueda el desaliento.
Cuando eche de menos algo que no seas tú.
Cuando me oprima la angustia.
Cuando me sienta perdido.
Cuando la vida me hiera.
Cuando me vea insignificante.
Cuando no me valoren.
Cuando me asedie el tentador.
Cuando desconfíen de mí.
Cuando me deseen mal.
Cuando me cueste perdonar.
Cuando me incriminen y me reprochen.
Cuando me llegue la muerte.
Cuando me presente ante ti en el juicio.

Amén.

Con toda mi confianza
y como fruto de mi entrega
pongo en tus manos, Señor,
todo lo que soy y tengo:

Pongo en tus manos, Jesús:
Mi pasado y cuanto contiene.
          (Lo pongo en tus manos, Jesús).
todo el momento presente.
el futuro que me espera.
mis deseos e ilusiones.
mis esperanzas y sueños.
todas mis necesidades.
mis logros y mis errores.
mis capacidades y méritos.
mi debilidad y flaqueza.
todo lo que me hace pobre.
mis dolores y enfermedades.
mis luchas y mis trabajos.
mis inquietudes y miedos.
mis incertidumbres y dudas.
mis alegrías y penas.
mis afectos y mis amores.
mis lágrimas y mis risas.
mis fracasos y decepciones.
mis carencias y defectos.
los esfuerzos por superarme.
mis amigos y compañeros.
mis soledades y angustias.
mis luces y mis sombras.
mi inteligencia y mi voluntad.
toda fe y confianza.
los obstáculos de la vida.
mis tentaciones y pruebas.
las gracias que me concedes.
mi corazón y mi alma.
la humillación que recibo.
mis pecados y miserias.
cada flor en mi camino.
tu cuidado y providencia.
mi trabajo y mi cansancio.
las cadenas que me atan.
las pasiones que me pueden.
la vida que me rodea.
la misión que me entregaste.
la luz que guía mis pasos.
las gracias que me regalas.
el mundo que me cobija.
mis sufrimientos y cruces.
mis días sobre la tierra.
mis méritos y mis logros.
el fruto de mi vida entera.
mi gratitud y alabanza.
los lazos de mis afectos.
las ofensas que recibo.
mis pasos desorientados.
tu silencio que me quema.
tu voz que llena mi alma.
cada instante de mi vida.
cada latido del alma.
mi vida entera y mi muerte.
mi gloria eterna en el cielo.
Amén.

Jesús, manso y humilde de corazón,
transforma mi corazón y hazlo igual al tuyo,
para que pueda entregarme plenamente a Dios,
hasta hacer de mi vida
una ofrenda viva de amor a la Trinidad,
que le dé gloria por siempre
y alcance la salvación del mundo.

Amén.