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Introducción
Hay dos mociones fundamentales que podemos experimentar en la vida espiritual: la consolación y la desolación. Para algunos estas dos mociones son el lenguaje de Dios1. Es lo que san Ignacio nos ayuda a descubrir en las reglas tercera y cuarta de la primera semana:
3ª. regla. La tercera, de consolación espiritual: llamo consolación cuando en el alma se produce alguna moción interior, con la cual viene el alma a inflamarse en amor de su Criador y Señor, y como consecuencia ninguna cosa criada sobre la faz de la tierra puede amar en sí, sino en el Criador de todas ellas. También es consolación cuando derrama lágrimas que mueven a amar a su Señor, sea por el dolor de sus pecados, o por la Pasión de Cristo nuestro Señor, o por otras cosas ordenadas derechamente a su servicio y alabanza. Finalmente, llamo consolación todo aumento de esperanza, fe y caridad y toda alegría interna que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su alma, aquietándola y pacificándola en su Criador y Señor (EE 316).
4ª. regla. La cuarta, de desolación espiritual: llamo desolación todo lo contrario de la tercera regla; así como oscuridad del alma, turbación en ella, inclinación por las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones, moviendo a desconfianza, sin esperanza, sin amor, hallándose el alma toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Criador y Señor. Porque así como la consolación es contraria a la desolación, de la misma manera los pensamientos que salen de la consolación son contrarios a los pensamientos que salen de la desolación (317).
Es necesario identificarlas claramente, saber cómo actúa en ellas el buen y el mal espíritu y cómo debemos reaccionar en cada caso. Hay que hacer hincapié especialmente en la desolación y en la acción del mal espíritu en ella, porque es la situación que más puede confundirnos.
Las normas que siguen se aplican especialmente a los que avanzan en el camino hacia Dios y no han llegado todavía a un estado avanzado de la vida espiritual2. Cuando llegue ese momento el demonio no aprovechará tanto la desolación como la falsa consolación.
1. La consolación
Podríamos decir que es la moción que inflama de amor a Dios. Más que una definición podemos ofrecer ejemplos o elementos que aparecen en la consolación3:
- -Inflama el alma en amor a Dios.
- -Produce un deleite intenso que llena el corazón e impulsa hacia Dios.
- -Ama a todas las cosas en Dios y por Dios.
- -Aumenta las virtudes, especialmente la fe, la esperanza y la caridad.
- -Produce alegría y paz.
- -Puede producir lágrimas de amor a Dios o de dolor por los pecados, pero son lágrimas que hacen bien al alma.
Es necesario hacer algunas precisiones para no llevarnos a confusión:
- 1. No es lo mismo la consolación «espiritual» de la que estamos hablando, que la consolación «no espiritual» que se produce por un bienestar físico, una euforia psicológica o una situación agradable o favorable. Lo característico de la consolación espiritual es que tiene que ver directa e inmediatamente con Dios. Es un don de Dios y en ella se hace presente Dios. «¡Dios está aquí y me ama, sin yo merecerlo ni provocarlo! He aquí el fondo de la cuestión»
- 2. Para que hablemos de consolación esta moción debe tener cierta duración e intensidad, aunque pueda ser variable en su fuerza y extensión.
- 3. No estamos hablando de experiencias espirituales extraordinarias o infrecuentes, sino del modo ordinario en el que Dios actúa.
- 4. Puede participar el cuerpo en la consolación (p. ej. por las lágrimas), pero en cualquier caso la consolación espiritual va del alma al cuerpo
- 5. El demonio no puede producir la consolación, a lo sumo puede intentar imitarla, produciendo una falsa consolación para intentar engañar al alma. Pero eso nos coloca en las reglas de discernimiento para los más avanzados, que veremos en su momento.
- 6. Aunque el demonio provoca la desolación especialmente en los principiantes, ésta puede darse en cualquier momento del proceso espiritual
Hemos de ser conscientes de las consolaciones que recibimos para aprovechar estos dones de Dios, que son además de un gusto, el modo ordinario por el que Dios nos mueve y nos indica el camino. En la consolación pueden surgir pensamientos o impulsos concretos, o puede darse la consolación en un momento de decisión. Las consolaciones son luces imprescindibles para el discernimiento y podemos caer en el grave error de disfrutarlas sin reconocer su significado o sin descubrir a dónde nos mueven. Esto sucede porque realmente no se tiene interés por descubrir la voluntad de Dios en concreto para mí con todos sus detalles.
2. La desolación
De nuevo tenemos que aplicar el principio de contrariedad: la desolación es lo contrario que la consolación. Lo que aparece en la desolación es:
- -Oscuridad y confusión.
- -Inquietud y agitación.
- -Pereza.
- -Tristeza.
- -Tentación. Atracción a lo bajo y a lo terreno.
- -Pérdida de la sensación de fe, esperanza y caridad.
- -Sensación de estar separada de Dios.
La desolación produce una pesadumbre afectiva, que infunde tristeza y agota la energía. Todos esos sentimientos se suelen traducir después en pensamientos y decisiones que nos alejan de Dios, si no sabemos discernirlos.
1. Como cuando hablábamos de la consolación, tenemos que distinguir claramente la desolación espiritual y la no espiritual. La desolación espiritual afecta directamente a nuestra relación con Dios, a la fe y al seguimiento de Cristo. La desolación no espiritual también produce tristeza y pesadumbre, pero tienen una base física o psicológica. Aunque es cierto que la desolación no espiritual puede tener importancia en sí misma, y a veces es el punto de partida para una verdadera desolación espiritual.
2. También hablamos de experiencia de cierta duración e intensidad, aunque pueda ser variable4.
3. También afecta al cuerpo.
4. No es necesario que todos los sentimientos aparezcan a la vez para que hablemos de desolación.
5. Dios da la consolación, nunca la desolación. Aunque puede permitirla y sacar provecho de ella, como veremos. De ahí la importancia de reconocerla y saber reaccionar frente a ella.
Uno de los aspectos más curiosos de las reglas para el discernimiento es que la desolación, aunque nunca sea una señal de la voz de Dios para los que buscan amarle y servirle, no es sin embargo una señal mala. Es decir, no es señal de que el Señor está descontento de nosotros o de que estamos descuidando nuestra vida espiritual. De hecho […] la desolación es muchas veces el medio más eficaz para purificar y acrecentar nuestro amor a Dios. Esto es una verdadera paradoja: la desolación nunca proviene de Dios, y no obstante puede ser medio eficacísimo para nuestro progreso espiritual5.
6. De la desolación también surgen pensamientos oscuros de lejanía, desconfianza y desesperación, y decisiones de abandono y renuncia. Es muy importante detectar su origen para saber qué tenemos que hacer con ellos.
7. No hay que confundir la desolación de la que habla san Ignacio en sus reglas con la noche oscura que enseña la doctrina de san Juan de la Cruz.
Esta desolación (la noche oscura) es radicalmente diferente de la que describe san Ignacio: en origen, contenido y consecuencias6.
Es verdad que podemos encontrar algunas similitudes en los sentimientos que aparecen en la desolación y la noche oscura: sensación de que se debilitan la fe, la esperanza y el amor; estado de confusión, desánimo y tristeza; impresión de estar separados de Dios.
Pero las diferencias son enormes7:
- -La principal es el origen: a) La desolación viene producida por el mal espíritu
- -En consecuencia, los objetivos de ambas son muy distintos: a) La desolación quiere apartarnos de Dios; b) La noche oscura quiere llevarnos a la unión plena con él, más allá de las capacidades humanas (entendimiento, memoria y voluntad), que deben ser divinizadas.
- -El sujeto que la experimenta: a) La desolación, como veremos con más detenimiento, es propia de la tentación que experimentan los principiantes; b) La noche oscura supone que el sujeto tiene una fe, una esperanza y una caridad más vivas, un mayor conocimiento del misterio de Cristo y una docilidad más amplia. Y aunque es menos frecuente que la desolación, la noche oscura aparece en muchos cristianos que avanzan por el camino de la vida interior y alcanzan al menos las primeras fases de esta etapa.
- -Los efectos: a) La desolación sólo produce oscuridad y tristeza; b) En la noche oscura, los sentimientos similares de desconcierto, desánimo y debilitamiento no vienen producidos por los pensamientos propios de la desolación, sino porque la fe y la caridad se hacen más profundas y, hasta que el alma se purifique, la luz divina la ciega y la desconcierta. Además, aunque haya una intensa purificación y una luz que ciega los sentidos, en la noche oscura se puede encontrar luz y alegría, pero de un carácter nuevo, más profundo. En la noche oscura se mantiene la esperanza y es compatible con el deseo de amor y de fidelidad en la entrega. Incluso pueden darse consolaciones en medio de la noche oscura. Según avanza la purificación, pueden aparecer una nueva forma de experimentar la presencia del Amado y un gozo ante la unión con el Señor que se atisba.
- -Una clave para distinguirlas en la práctica es su relación con el atractivo a realidades pecaminosas o mundanas: a) La desolación provoca atracción a realidades bajas, mundanas; b) La noche oscura deja al alma en un estado en el que ya no le atrae el mundo, mucho menos el pecado, pero la oscuridad que experimenta por la nueva forma de invasión de Dios, hace que ya no sienta el atractivo por él del mismo modo antes: necesita de Dios aunque no encuentra satisfacción en Dios, pero tampoco en las cosas que no son Dios
Es una tarea importante del discernimiento y de la dirección espiritual no confundirlas y aconsejar adecuadamente en cada caso. Es especialmente importante no aplicar las reglas de san Ignacio al cristiano que se encuentra en la noche oscura, porque se le puede ocasionar un grave daño8.
8. Al definir la desolación hay que tener cuidado de distinguir la sensación que provoca de sus verdaderos efectos, aunque ver la realidad de la desolación ya es una forma importante de reaccionar, a ella como desarrollaremos más adelante9:
- -Es verdad que oscurece y mueve a la falta de fe, pero no elimina la luz de la razón ni de la fe.
- -No elimina las fuerzas para obrar el bien, sino la facilidad que daba el fervor de la consolación. En la desolación se puede llegar al heroísmo basado en la fe.
- -No elimina el valor de las buenas obras. Se pierde el brillo que les daba el consuelo, pero crece el mérito con la dificultad.
- -No elimina la paz profunda en Dios, sino que intenta enturbiarla, la hace menos sensible, más difícil.
· · ·
Por último, san Ignacio distingue la moción, tanto la consolación como la desolación, que ha definido especialmente a base de sentimientos e impulsos, de lo que sale de la consolación que son pensamientos y propósitos:
Porque así como la consolación es contraria a la desolación, de la misma manera los pensamientos que salen de la consolación con contrarios a los pensamientos que salen de la desolación (EE 317).
En la elaboración de estos pensamientos que salen de la consolación y la desolación interviene ya la personalidad del sujeto («la carne»), que elabora de una forma o de otra la moción que experimenta. Ciertamente en esta elaboración influirán también el buen y el mal espíritu.
El análisis de los pensamientos es, por consiguiente, un complemento indispensable no sólo para detectar los influjos sobreañadidos procedentes «de fuera», sino también para desmontar los mecanismos y sutilezas del psiquismo en que de ordinario suele quedar atrapado10.
NOTAS
- Cf. Arzubialde, Ejercicios Espirituales, 615. En la p. 595 afirma: «Por su origen divino, algunas mociones son signo de la voluntad divina y el modo ordinario y habitual de dirigirse Dios al hombre (su lenguaje) para otórgales, en el amor, la plenitud y con ella la verdadera libertad». En la p. 644: «También la desolación es un lenguaje. A Usted le toca (el imperativo) interpretar la prueba y su finalidad». También la novena regla de la primera semana, la que nos habla de las causas de la consolación nos ayuda a entender el lenguaje de Dios (p. 653.657).
- «Pero estas reglas -la tercera y la cuarta- no dicen nada -como lo decían las reglas primera y segunda- de la acción contraria del bueno y del mal espíritu en personas que van “de mal en peor”» (Fiorito, Discernimiento y lucha espiritual, 129), aunque sí podrían entenderse como explicación de la segunda regla, la que habla de los que van avanzando en el servicio de Dios.
- Fiorito, Discernimiento y lucha espiritual, 107-110, subraya que la enumeración de estos elementos de la consolación no es exhaustiva y ofrece distintas descripciones realizadas por el mismo san Ignacio. Para una descripción complementaria y detallada de los frutos y elementos de la consolación véase Hernández García, Eusebio, Guiones para un cursillo práctico de dirección espiritual, Burgos 1954 (Miscelanea Comillas), 277-278.282-297.
- Cf. Fiorito, Discernimiento y lucha espiritual, 129-130, que afirma: «La descripción que San Ignacio hace de la desolación sirve, pues, como descripción general de todas las tentaciones, cuando éstas no son tan intensas y durables como para merecer el nombre de estado de la desolación espiritual».
- Green, La cizaña entre el trigo, 130.
- Toner, A Commentary on Saint Ignatius’ Rules, 271.
- Véase el apéndice 2 del libro de Toner, A Commentary on Saint Ignatius’ Rules, 271-282.
- Al que está en la noche oscura se le haría un enorme daño si se le aplica la quinta regla de la primera semana en la que, como veremos, se insiste en que se debe mantener los propósitos y el modo de orar que se tenía en la desolación. El que entra en la noche oscura ya no puede orar como antes y no debe oponerse a la nueva situación de oscuridad y purificación, sino permanecer dócil y confiadamente en ella. Al que está en desolación, como dice la regla octava de la primera semana, hay que animarle sabiendo que la desolación parará pronto; la noche oscura puede durar años y hay que permanecer fielmente en ella (cf. Toner, A Commentary on Saint Ignatius’ Rules, 277.279).
- Cf. Hernández García, Guiones para un cursillo práctico de dirección espiritual, 298-299.
- Arzubialde, Ejercicios Espirituales, 630.