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Santa Teresa de Jesús necesitó la ayuda de buenos directores para discernir si sus experiencias venían de Dios o del demonio, y para encontrar la voluntad de Dios en su vida y en la tarea de reforma de la orden carmelitana. No siempre encontró ese apoyo. No faltaron directores que la confundieron. Pero el encuentro con buenos y santos directores supuso la luz y el impulso que le permitió avanzar con seguridad. Esa experiencia de dirección espiritual, positiva y negativa a la vez, y su reflexión sobre los directores espirituales siguen siendo de gran utilidad para nosotros.
Contenido
Notas previas
Los textos y las referencias se refieren a Santa Teresa, Obras completas, Burgos 2014 (Monte Carmelo, 17 edición) y Santa Teresa, Cartas, Burgos 1998 (Monte Carmelo, reimpresión 2014).
La terminología de Santa Teresa es peculiar, y se dirige sobre todo a religiosas de clausura.
No habla de director espiritual sino de confesor y de maestro. Hay veces que se refiere a ellos indistintamente. «Porque yo no hallé maestro, digo confesor, que me entendiese» (Vida 4,7). También utiliza el término de «guía».
1. La experiencia de dirección espiritual de santa Teresa
Toda la enseñanza sobre la dirección espiritual que plasmó santa Teresa en sus diferentes obras a lo largo de su vida, viene dada por su propia experiencia personal. En los comienzos de su vida esta experiencia fue más bien negativa, pero luego fue tornándose en positiva.
a) Experiencia negativa de dirección espiritual
Santa Teresa tuvo excelentes directores espirituales, pero también los tuvo mediocres con los que sufrió y pasó, según su expresión, «hartos trabajos». Durante largo tiempo tuvo muchos problemas para encontrar confesor que la entendiera. Esos problemas entorpecieron su crecimiento espiritual, porque le asaltaron muchos temores sobre las gracias regaladas por el Señor.
Porque yo no hallé maestro, digo confesor, que me entendiese, aunque le busqué, en veinte años después de esto que digo, que me hizo harto daño para tornar muchas veces atrás y aun para del todo perderme; porque todavía me ayudara a salir de las ocasiones que tuve para ofender a Dios (Vida 4,7).
De hecho, a pesar de que santa Teresa en determinado momento de su vida disfrutó en la oración de grandes mercedes por parte de Dios, su virtud y su mortificación no andaban tan avanzadas. Uno de sus directores espirituales quiso llevarla por caminos más arduos de los que ella podía ejercitarse en aquel momento. Finalmente, Dios se valió de esta falta de entendimiento con su confesor para que la santa llegara a conocer a miembros de la Compañía de Jesús que sí le ayudaron en su vida espiritual.
Por esta vía procuré viniese a hablarme este clérigo que digo (Gaspar Daza) tan siervo de Dios, que era muy su amigo, con quien pensé confesarme y tener por maestro. Pues trayéndole para que me hablase, y yo con grandísima confusión de verme presente de hombre tan santo, dile parte (le informé) de mi alma y oración, que confesarme no quiso: dijo que era muy ocupado, y era así. Comenzó con determinación santa a llevarme como a fuerte, que de razón había de estar según la oración vio que tenía, para que en ninguna manera ofendiese a Dios.
Yo, como vi su determinación tan de presto en cosillas que, como digo, yo no tenía fortaleza para salir luego con tanta perfección, afligime; y como vi que tomaba las cosas de mi alma como cosa que en una vez había de acabar con ella, yo veía que había menester mucho más cuidado.
En fin, entendí no eran por los medios que él me daba por donde yo me había de remediar, porque eran para alma más perfecta; y yo, aunque en las mercedes de Dios estaba adelante, estaba muy en los principios en las virtudes y mortificación. Y cierto, si no hubiera de tratar más de con él, yo creo nunca medrara mi alma; porque de la aflicción que me daba de ver cómo yo no hacía -ni me parece podía- lo que él me decía, bastaba para perder la esperanza y dejarlo todo.
Algunas veces me maravillo, que siendo persona que tiene gracia particular en comenzar a llegar almas a Dios, cómo no fue servido entendiese la mía ni se quisiese encargar de ella, y veo fue todo para mayor bien mío, porque yo conociese y tratase gente tan santa como la de la Compañía de Jesús (Vida 23,8-9).
b) Experiencia positiva de dirección espiritual
Santa Teresa tenía mucho temor de que el demonio estuviese engañándola en la oración. Conoció a un jesuita (de tan sólo 23 ó 24 años) con el que empezó a tratar de sus experiencias y dudas en la oración. Este jesuita comenzó a ayudarle y aconsejarle adecuadamente, al comprobar cómo obraba en ella el espíritu de Dios. Le indicaba por dónde debía seguir en la oración y cómo tenía que reaccionar ante las gracias que el Señor le iba dando. La santa se sintió muy confortada siguiendo obedientemente sus indicaciones.
Tratando con aquel siervo de Dios -que lo era harto y bien avisado- toda mi alma, como quien bien sabía este lenguaje (entendía de cosas de espíritu), me declaró lo que era y me animó mucho. Dijo ser espíritu de Dios muy conocidamente, sino que era menester tornar de nuevo a la oración: porque no iba bien fundada, ni había comenzado a entender mortificación (y era así, que aun el nombre no me parece entendía), y que en ninguna manera dejase la oración, sino que me esforzase mucho, pues Dios me hacía tan particulares mercedes; que qué sabía si por mis medios quería el Señor hacer bien a muchas personas, y otras cosas (que parece profetizó lo que después el Señor ha hecho conmigo); que tendría mucha culpa si no respondía a las mercedes que Dios me hacía.
En todo me parecía hablaba en él el Espíritu Santo para curar mi alma, según se imprimía en ella.
Hízome gran confusión. Llevóme por medios que parecía del todo me tornaba otra. ¡Qué gran cosa es entender un alma!…
Dejóme consolada y esforzada, y el Señor que me ayudó y a él para que entendiese mi condición y cómo me había de gobernar. Quedé determinada de no salir de lo que me mandase en ninguna cosa, y así lo hice hasta hoy. Alabado sea el Señor, que me ha dado gracia para obedecer a mis confesores, aunque imperfectamente; y casi siempre han sido de estos benditos hombres de la Compañía de Jesús; aunque imperfectamente, como digo, los he seguido.
Conocida mejoría comenzó a tener mi alma, como ahora diré (Vida 23,16-18).
c) Ayudas de letrados y de consejeros
En su experiencia, santa Teresa encontró ayuda y consuelo en religiosos y sacerdotes muy preparados que, sin ser estrictamente directores suyos, la ilustraron e iluminaron en el camino espiritual, como san Francisco de Borja, san Juan de Ávila, san Pedro de Alcántara, san Juan de la Cruz, y algunos dominicos y jesuitas con gran formación. Esta experiencia le hizo aconsejar a sus hijas el trato con personas preparadas y cultas que les ayuden y les alimenten espiritualmente. Anima a acudir a ellos en busca de consejo, de modo esporádico, cuando se tenga necesidad de ayuda.
Téngase presente que la santa escribe especialmente para sus hijas, religiosas carmelitas de clausura, que no tienen la facilidad que podían tener otras personas para encontrar alimento espiritual, y que podían encontrarse con confesores o superiores no suficientemente aptos.
Digo que para rendirse un alma del todo a estar sujeta a solo un maestro, que yerra mucho en no procurar que sea tal, si es religioso, pues ha de estar sujeto a su prelado, que por ventura le faltarán todas tres cosas -que no será pequeña cruz- sin que él de su voluntad sujete su entendimiento a quien no le tenga bueno (Vida 13,19).
Incluso, llega a afirmar que los letrados son útiles aunque no estén muy avanzados en la vida de oración, con tal que sean fieles a la luz que Dios les da.
He dicho esto porque hay opiniones de que no son letrados para gente de oración, si no tienen espíritu. Ya dije es menester espiritual maestro; mas si éste no es letrado, gran inconveniente es. Y será mucha ayuda tratar con ellos, como sean virtuosos. Aunque no tenga espíritu, me aprovechará, y Dios le dará a entender lo que ha de enseñar y aun le hará espiritual para que nos aproveche. Y esto no lo digo sin haberlo probado y acaecídome a mí con más de dos (Vida 13,19).
2. Necesidad de dirección en el proceso espiritual
Para la santa de Ávila, el objetivo de la dirección espiritual es caminar hacia la perfección y escapar a la maligna influencia del a las sutiles ilusiones que pueden infiltrarse en la vida espiritual.
Según Santa Teresa hay dos razones fundamentales sobre las que se asienta la necesidad de la dirección espiritual:
- -La necesidad de conocerse perfectamente delante de Dios tal y como uno es.
- -La necesidad de dirigirse en todas las cosas según las exigencias de la voluntad de Dios.
Estas necesidades serán mayores o menores según las características de cada persona y la etapa de la vida espiritual que esté viviendo.
Santa Teresa experimentó en sí misma la dificultad de andar sola por los caminos del Espíritu, sin la ayuda de alguien que le ayudase a discernir, le orientase y le diese seguridad. Pero también recibió el amparo de buenos directores espirituales que la entendieron, le dieron luz y seguridad.
Sobre todo, tuvo la experiencia de lo difícil que resulta entender el lenguaje de Dios y las gracias sobrenaturales cuando no hay nadie que pueda orientar al que las recibe. Por el contrario, cuando encontró «quien la entienda» pudo aprovechar y avanzar de verdad.
Cuando el Señor comienza a hacer estas mercedes, la misma alma no las entiende ni sabe qué hacer de sí. Porque, si la lleva Dios por camino de temor, como hizo a mí, es gran trabajo, si no hay quien la entienda; y esle gran gusto verse pintada (bien descrita), y entonces ve claro va por allí. Y es gran bien saber lo que ha de hacer, para ir aprovechando en cualquier estado de estos. Porque he yo pasado mucho y perdido harto tiempo por no saber qué hacer y he gran lástima a almas que se ven solas cuando llegan aquí (a la necesidad de tener maestro espiritual); porque aunque he leído muchos libros espirituales, aunque tocan en lo que hace al caso, decláranse muy poco, y si no es alma muy ejercitada, aun declarándose mucho, tendrá harto que hacer en entenderse (Vida 14,7).
Para la santa fundadora es claro que la dirección espiritual no puede suplirse con la lectura de libros espirituales que hablen de estos temas, porque se necesita a alguien que corrija los errores en sus inicios.
Parecíame a mí, en este principio que digo, que teniendo yo libros y cómo tener soledad, que no habría peligro que me sacase de tanto bien; y creo con el favor de Dios fuera así, si tuviera maestro o persona que me avisara de huir las ocasiones en los principios y me hiciera salir de ellas, si entrara, con brevedad (Vida 4,9).
Santa Teresa considera además que aunque la necesidad de la dirección espiritual es para todos, las mujeres la necesitan más, si cabe, porque se engañan más fácilmente que los hombres y porque no tienen letras (en su tiempo el estudio de la teología estaba reservado a los varones).
3. Cualidades del director espiritual
Santa Teresa enumera las cualidades que, a su juicio, ha de tener el buen director espiritual. Las tres cualidades son:
- -Buen entendimiento.
- -Experiencia.
- -Letras.
Las dos primeras son esenciales y la tercera muy conveniente, aunque si no la tiene el director, se puede suplir con la ayuda de otras personas.
Así que importa mucho ser el maestro avisado -digo de buen entendimiento- y que tenga experiencia. Si con esto tiene letras, es grandísimo negocio. Mas si no se pueden hallar estas tres cosas juntas, las dos primeras importan más; porque letrados pueden procurar para comunicarse con ellos cuando tuvieren necesidad. Digo que a los principios, si no tienen oración, aprovechan poco letras; no digo que no traten con letrados, porque espíritu que no vaya comenzado en verdad yo más le querría sin oración; y es gran cosa letras, porque éstas nos enseñan a los que poco sabemos y nos dan luz y, llegados a verdades de la Sagrada Escritura, hacemos lo que debemos: de devociones a bobas nos libre Dios (Vida 13,16).
Veamos como considera la santa cada una de estas tres cualidades.
a) Buen entendimiento
El sano entendimiento es el sentido común. Hace referencia a un equilibrio personal que permite comprender la realidad de una forma adecuada y produce un juicio recto no condicionado por deformaciones psicológicas o por pasiones humanas. Esta cualidad permite afrontar los problemas con madurez, sabiduría y equilibrio. Si falta, difícilmente el director espiritual podrá ayudar al alma de forma eficaz y sana.
No es sólo la capacidad de entender bien -con juicio exacto- la realidad; incluye encontrar con inteligencia y acierto la luz de Dios, sin caer en respuestas insuficientes o desproporcionadas, ni dejarse influir por condicionantes propios o ajenos.
Qué gran cosa es, hijas, un maestro sabio, temeroso, que previene a los peligros. Es todo el bien que acá un alma espiritual puede acá desear, porque es gran seguridad. No podría encarecer con palabras lo que importa esto (Camino de perfección (Valladolid) 37,5).
Santa Teresa valora mucho el «buen entendimiento», hasta el punto de que sin él no cree que se deba admitir novicia, cuanto menos director espiritual.
Se ha de mirar qué intento tiene la que entra…, si es persona de buen entendimiento, que si no, en ninguna manera se tome;… Porque, por la mayor parte, quien esta falta tiene, siempre les parece atinan más lo que les conviene que los más sabios; y es mal que le tengo por incurable (Camino de perfección (Valladolid) 14,1).
b) Experiencia
La experiencia que debe tener el director espiritual es doble:
- -La experiencia en el trato con religiosas y conocimiento de su forma de vida; así como experiencia en la dirección de almas con la madurez que da el ejercicio prolongado del oficio de director. Ésta es experiencia es conveniente.
- -Pero la experiencia que le es imprescindible al director es la vivencia personal de los fenómenos espirituales, del trato con Dios y de los caminos del Espíritu.
Sin esta última experiencia personal, aunque se tengan conocimientos teóricos sacados de los libros, el director no acertará a descubrir el camino concreto que Dios tiene para el alma que le pide ayuda, e incluso puede hacerle mucho daño.
Ha menester aviso el que comienza, para mirar en lo que aprovecha más. Para esto es muy necesario el maestro, si es experimentado; que si no, mucho puede errar y traer un alma sin entenderla ni dejarla a sí misma entender; porque, como sabe que es gran mérito estar sujeta a maestro, no osa salir de lo que le manda. Yo he topado almas acorraladas y afligidas por no tener experiencia quien las enseñaba, que me hacían lástima, y alguna que no sabía ya qué hacer de sí; porque, no entendiendo el espíritu, afligen alma y cuerpo, y estorban el aprovechamiento. Una trató conmigo, que la tenía el maestro atada ocho años había a que no la dejaba salir de propio conocimiento, y teníala ya el Señor en oración de quietud, y así pasaba mucho trabajo (Vida 13,14).
Sin experiencia personal, el director está condenado a hacer el mal del que se queja la santa: «No entendiendo el espíritu, afligen alma y cuerpo, y estorban el aprovechamiento».
c) Letras
Cuando habla de letrados, la santa abulense se refiere a personas que, aun no siendo grandes espirituales, tienen conocimiento de la Escritura y de las ciencias sagradas; es decir, personas que, con una formación sólida, pueden ayudar a resolver dudas, a abrir caminos y a sugerir horizontes. Pueden ser un buen complemento para el maestro espiritual, cuando éste adolece de insuficiente formación.
Y no se engañe con decir que letrados sin oración no son para quien la tiene. Yo he tratado hartos, porque de unos años acá lo he más procurado con la mayor necesidad, y siempre fui amiga de ellos, que aunque algunos no tienen experiencia, no aborrecen al espíritu ni le ignoran; porque en la Sagrada Escritura que tratan, siempre hallan la verdad del buen espíritu. Tengo para mí que persona de oración que trate con letrados, si ella no se quiere engañar, no la engañará el demonio con ilusiones, porque creo temen en gran manera las letras humildes y virtuosas, y saben serán descubiertos y saldrán con pérdida (Vida 13,18).
Porque, aunque no hayan pasado por estas cosas, tienen un no sé qué grandes letrados, que, como Dios los tiene para luz de su Iglesia, cuando es una verdad, dásela para que se admita; y si no son derramados sino siervos de Dios, nunca se espantan de sus grandezas, que tienen bien entendido que puede mucho más y más. Y, en fin, aunque algunas cosas no tan declaradas, otras deben hallar escritas, por donde ven que pueden pasar estas (Moradas quintas 1,7).
Fruto de también de su experiencia como dirigida, la santa advierte del peligro de los directores «medio letrados»: personas con algunos conocimientos pero no suficientemente preparados.
Estaba una persona de la iglesia…. de harto buena calidad y entendimiento. Tenía letras, aunque no muchas. Yo comencéme a confesar con él, que siempre fui amiga de letras, aunque gran daño hicieron a mi alma confesores medio letrados, porque no los tenía de tan buenas letras como quisiera. He visto por experiencia que es mejor, siendo virtuosos y de santas costumbres, no tener ningunas; porque ni ellos se fían de sí sin preguntar a quien las tenga buenas, ni yo me fiara. Y buen letrado nunca me engañó. Estotros tampoco me debían de querer engañar, sino no sabían más (Vida 5,3).
La preocupación constante de Santa Teresa es que sin formación -las letras- es mucho más fácil ser engañados y engañarse. Su afirmación de «de devociones a bobas nos libre Dios» expresa su temor a una piedad indocumentada que fácilmente puede degradarse y pervertirse. Téngase presente que estamos hablando del siglo de la Reforma Protestante y de los Iluminados españoles.
4. Actitudes del dirigido
Según santa Teresa, también el dirigido debe tener unas actitudes que hacen posible la ayuda de la dirección espiritual.
a) Transparencia y sinceridad
Para que la dirección espiritual dé los esperados frutos de luz y liberación santa Teresa practicaba y enseñaba a abrir totalmente el corazón al director. Dar a conocer todos los pensamientos, movimientos del alma y hasta las pequeñas obras. Así se facilita la labor de interpretación del director y le muestra el camino a seguir.
Lo que es mucho menester, hermanas, es que andéis con gran llaneza y verdad con el confesor, no digo en decir los pecados, que eso claro está, sino en contar la oración; porque si no hay esto, no aseguro que vais bien, ni que es Dios el que os enseña; que es muy amigo que al que está en su lugar se trate con la verdad y claridad que consigo mismo, deseando entienda todos sus pensamientos, cuánto más las obras, por pequeñas que sean. Y con esto no andéis turbadas ni inquietas, que aunque no fuese de Dios, si tenéis humildad y buena conciencia no os dañará (Moradas sextas 9,12).
Esta llaneza y transparencia le parecen especialmente necesarias para las mujeres, porque, a su juicio, ellas tienen más dificultad para darse a conocer de una forma clara y abierta. Y los hombres tienen más dificultad para captar lo que ellas quieren comunicarles.
¡No somos tan fáciles de conocer las mujeres!, que muchos años las confiesan, y después ellos mismos se espantan de lo poco que han entendido. Y es porque aún ellas no se entienden para decir sus faltas y ellos juzgan por lo que les dicen (Carta 135,7 al P. Ambrosio Mariano, 21 octubre 1576).
b) Manifestación completa, sin reservas
Junto con la transparencia, santa Teresa incide en la necesidad de la manifestación íntegra de lo que pasa en el interior de los dirigidos, para evitar engaños o trampas.
Lo más seguro es (yo así lo hago, y sin esto no tendría sosiego, ni es bien que mujeres le tengamos, pues no tenemos letras) y aquí no puede haber daño sino muchos provechos, como muchas veces me ha dicho el Señor, que no deje de comunicar toda mi alma y las mercedes que el Señor me hace, con el confesor (Vida 26,3).
También en esto ella aprendió por propia experiencia. Un confesor le aconsejó no volver a sacar ciertas experiencias espirituales en la confesión, seguramente con la intención de que la santa no se parara en lo excepcional. A ella le pareció prudente esa orientación, hasta que cayó en la cuenta de que entonces estaría sola para discernir si eran de Dios o no esas luces. Por ello, insiste en la necesidad de manifestar toda la vida espiritual, sin omitir ningún ámbito.
Aconsejóme una vez un confesor que a los principios me había confesado, que ya que estaba probado ser buen espíritu, que callase y no diese ya parte a nadie, porque mejor era ya estas cosas callarlas. A mí no me pareció mal, porque yo sentía tanto cada vez que las decía al confesor, y era tanta mi afrenta, que mucho más que confesar pecados graves lo sentía algunas veces; en especial si eran las mercedes grandes, parecíame no me habían de creer y que burlaban de mí. Sentía yo tanto esto, que me parecía era desacato a las maravillas de Dios, que por esto quisiera callar. Entendí entonces que había sido muy mal aconsejada de aquel confesor, que en ninguna manera callase cosa al que me confesaba, porque en esto había gran seguridad, y haciendo lo contrario podría ser engañarme alguna vez (Vida 26,4).
c) Obediencia
que puso a prueba la obediencia de la santa
Si la manifestación transparente y completa de la propia vida espiritual al confesor es esencial para que éste pueda realmente ayudar, también es imprescindible acoger con obediencia sus orientaciones.
Cuando dice algunas cosas que hagan, o por venir, aquí es menester tratarlo con confesor discreto y letrado, y no hacer ni creer cosa sino lo que aquél la dijere. Puédelo comunicar con la priora, para que le dé confesor que sea tal. Y téngase este aviso, que si no obedeciere a lo que el confesor le dijere y se dejare guiar por él, que o es mal espíritu, o terrible melancolía. Porque puesto que el confesor no atinase, ella atinará más en no salir de lo que le dice, aunque sea ángel de Dios el que le habla; porque Su Majestad le dará luz u ordenará cómo se cumpla, y es sin peligro hacer esto, y en hacer otra cosa que puede haber muchos peligros y muchos daños (Fundaciones 8,5).
Santa Teresa sabe que para alcanzar la perfecta conformidad con la voluntad de Dios el camino más corto y el medio más eficaz es la obediencia.
(El alma) sabe que es gran mérito estar sujeta a maestro, no osa salir de lo que le manda (Vida 13,14).
Dios quiere esa obediencia al mediador humano, incluso aunque a veces contradiga deseos concretos expresados por el Señor.
Siempre que el Señor me mandaba una cosa en la oración, si el confesor me decía otra, me tornaba el mismo Señor a decir que le obedeciese; después Su Majestad le volvía para que me lo tornase a mandar (Vida 26,5).
El alma que toma por árbitro un director espiritual puede confiar en las palabras de nuestro Señor: «Quien a vosotros escucha, a mí me escucha» (Lc 10,16).Y entonces dejará de temer ser desviada por los engaños de la naturaleza y del amor propio.
En el caso de las religiosas, que tienen la posibilidad de dar cuenta de su alma a su superiora o a su maestra, la vida en común favorece enormemente el conocimiento de los dirigidos, ya que, la sola manifestación del alma, no puede dar al director el total conocimiento del sujeto.
¡No somos tan fáciles de conocer las mujeres!, que muchos años las confiesan, y después ellos mismos se espantan de lo poco que han entendido. Y es porque aún ellas no se entienden para decir sus faltas y ellos juzgan por lo que les dicen (Carta 135,7 al P. Ambrosio Mariano, 21 octubre 1576).
Por estas cosas y otras semejantes, conviene mucho que se trate claridad de su oración cada hermana con la priora, y ella tenga mucho aviso de mirar la complexión y perfección de aquella hermana, para que avise al confesor, porque mejor se entienda, y le escoja a propósito, si el ordinario no fuere bastante para cosas semejantes (Fundaciones 8,9).
d) Humildad
Para la santa es claro que las actitudes anteriores han de estar empapadas de una actitud básica de humildad. Sólo ella garantiza el verdadero crecimiento y el aprovechamiento de las orientaciones espirituales que se reciben del director.
La humildad facilita la manifestación clara y completa de la propia realidad, ya que con ella no se teme mostrar la propia miseria.
La humildad es andar en verdad, que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira (Moradas sextas 10,7).
La humildad nos permite ser dóciles y nos empuja a buscar ayuda y luz, porque «el verdadero humilde siempre anda dudoso en virtudes propias» (Camino de perfección (Valladolid) 38,9).
Pero Santa Teresa nos advierte de que no debemos confundir humildad con pusilanimidad, ya que «el demonio hace mucho daño para no ir muy adelante gente que tiene oración, con hacerlos entender mal de la humildad, haciendo que nos parezca soberbia tener grandes deseos y querer imitar a los santos y desear ser mártires» (Vida 13,4).
5. La relación entre director y dirigido
También la santa carmelita nos ofrece enseñanzas importantes sobre cómo debe ser la relación entre el director y el dirigido.
a) Suavidad por parte del director
Santa Teresa considera que cuanto más elevada está el alma en la oración más vivo debe ser el cuidado del director para evitar engaños e ilusiones. El director ha de caminar y hacer caminar a los demás en la verdad. Debe tener los ojos bien abiertos, y saber discernir los efectos de la gracia. Pero esa labor de vigilancia no ha de degenerar en ahogar el espíritu y crear un ambiente asfixiante. Por eso, el director espiritual no debe inducir a caminar lenta y rastreramente o a dar importancia a minucias insignificantes.
El director ha de entender a cada persona y adaptarse a ella porque «así como hay muchas moradas en el cielo, hay muchos caminos» (Vida 13,13). Sin duda que la experiencia que ya hemos contado con Gaspar Daza y sus exigencias le sirvió para entender el peligro de no adaptarse al paso de cada alma y de lo importante que es para el director el conocimiento de su dirigido.
Esta suavidad a la que nos referimos es la que ella recibió de uno de sus confesores jesuitas y que tanto la benefició: «Este Padre me comenzó a poner en más perfección. Decíame que para del todo contentar a Dios no había de dejar nada por hacer; también con harta maña y blandura, porque no estaba aún mi alma nada fuerte, sino muy tierna, en especial en dejar algunas amistades que tenía» (Vida 24,5).
Ella misma, que ejerció para con sus hijas el papel de formadora, muy cercano a la dirección espiritual, se preocupó de tranquilizar sus almas, consolarlas y procurarles la paz.
Ciertamente no es posible llegar a la perfección sin pasar por trances difíciles, pero la ayuda que se necesita, además de firme ha de ser suave. Se ha de preservar el alma de las humanas inquietudes, disciplinarla con dulzura y no hacerle fuerza.
b) La amistad entre director y dirigido
Santa Teresa no era amiga de temores y melindres. La vida espiritual está llena de peligros, pero no hemos de dejar de caminar a causa de miedos paralizantes. Por eso no tiene reparo alguno en defender y afirmar el amor que ha de tenerse al director espiritual, como algo que surge espontáneamente del agradecimiento. Además, sabe que ese amor, si es sano, revierte en mayores deseos de servir y crecer en Dios.
Que personas que tratan oración, si le ven santo [al director] y las entiende la manera del proceder, tómase mucho amor… porque, pues cobramos amor a quien nos hace algunos bienes al cuerpo, quien siempre procura y trabaja de hacerlos al alma, ¿por qué no le hemos de querer? Antes tengo por gran principio de aprovechar mucho tener amor al confesor si es santo y espiritual y veo que pone mucho en aprovechar mi alma (Camino de perfección (Escorial) 7,1-2).
No obstante, es preciso distinguir el amor debido a quien nos hace bien y con el que nos une un trabajo común, de los vínculos afectivos que atan el alma. Estos vínculos hacen perder libertad, ofuscan el entendimiento y pueden acabar perturbándonos y desviándonos. En ese sentido, la santa tuvo de joven una anécdota que muestra el peligro de ese desvío afectivo en el seno de la relación espiritual.
Pues comenzándome a confesar con este que digo, él se aficionó en extremo a mí, porque entonces tenía poco que confesar para lo que después tuve, ni lo había tenido después de monja. No fue la afición de éste mala; mas de demasiada afición venía a no ser buena. Tenía entendido de mí que no me determinaría a hacer cosa contra Dios que fuese grave por ninguna cosa, y él también me aseguraba lo mismo, y así era mucha la conversación. Mas mis tratos entonces, con el embebecimiento de Dios que traía, lo que más gusto me daba era tratar cosas de Él; y como era tan niña, hacíale confusión ver esto, y con la gran voluntad que me tenía, comenzó a declararme su perdición. Y no era poca, porque había casi siete años que estaba en muy peligroso estado, con afición y trato con una mujer del mismo lugar, y con esto decía misa. Era cosa tan pública, que tenía perdida la honra y la fama, y nadie le osaba hablar contra esto. A mí hízoseme gran lástima, porque le quería mucho; que esto tenía yo de gran liviandad y ceguedad, que me parecía virtud ser agradecida y tener ley a quien me quería (Vida 5,4).
Aunque por parte de la Santa no había intención torcida, este sacerdote le tomó un afecto excesivo y, aunque este afecto fue ocasión para declararle su perdición y salir de ella, santa Teresa parece reprocharse haberse puesto en peligro al mostrarle tanto afecto (cf. 5,6).
No obstante, el cuidado y la vigilancia necesarias no pueden invalidar la necesidad de amar con limpieza a quienes nos ayudan.
6. Conclusiones finales
Podemos resumir todo lo dicho hasta aquí en cinco ideas fundamentales:
- -La necesidad imperiosa que tiene el alma de ser conducida a Dios. El tiempo que desaprovecha, las angustias que pasa y el riesgo cierto de perderse cuando no tiene quien la guíe.
- -La importancia de determinadas cualidades en el guía de almas: sentido común y de fe, experiencia de oración y formación teológica y espiritual.
- -El alma ha de preocuparse de ser muy transparente al guía y humilde y dócil para dejarse conducir.
- -No hay que atarse a ningún director espiritual (ella tuvo muchos guías), pero sí al que nos manda el Señor.
- -Ella sintió como tarea propia guiar a sus hijas y buscarles buenos confesores.
Podemos terminar con un fragmento de una carta de la santa a la madre Ana de Jesús y a la comunidad de Beas hablando sobre san Juan de la Cruz donde se pueden ver condensadas estas cinco ideas.
Certifícolas que estimara tener yo por acá a mi padre fray Juan de la Cruz, que de veras lo es de mi alma, y uno de los que más provecho le hacían al comunicarle. Háganlo ellas, con toda llaneza, que seguro la pueden tener como conmigo misma y que le será grande satisfacción, que es muy espiritual y de grandes experiencias y letras. Por acá le echan muy de menos las que estaban hechas a su doctrina. Den gracias a Dios que he ordenado le tengan ahí tan cerca. Ya le escribo las acuda, y de su gran caridad que lo hará en cualquiera necesidad que se ofrezca (Carta 277,2, noviembre-diciembre de 1578).